El virtuoso del rock Freddie Mercury y la cantante de ópera Montserrat Caballé se unieron para un dueto para las Olimpíadas que hizo historia en la música
Feb 14, 2023
La unión de géneros musicales como el rock y la ópera no es algo que pase mucho. Mientras que el primero se basa en gran medida en la espontaneidad y la expresión desenfrenada de las emociones, la ópera se guía por la medida y el control de una sólida destreza vocal. Sin embargo, en 1988, dos pesos pesados de ambos géneros se unieron para bendecir al mundo con una fenomenal actuación en vivo y fuera de este mundo, y sin duda aún no ha habido igual.
La unión del bombástico líder del grupo Queen, Freddie Mercury, y la renombrada cantante de ópera Montserrat Caballé no fue, cabe decirlo, la idea más natural que jamás se haya planteado. Sin embargo, cuando se corrió la voz de que Mercury era un fan incondicional de la soprano de ópera española, la idea de su unión se veía como algo que pasaría de un momento a otro.
Mercury, considerado uno de los mejores cantantes solistas de la historia de la música, era reconocido por su personalidad teatral y su registro de cuatro octavas. A pesar de su rango natural de barítono, cantaba sobre todo en el rango de tenor. Sus actuaciones en directo nunca dejaban de extasiar al público, con sus movimientos dinámicos y su atractiva personalidad transmitida a la perfección a través de su carisma y encanto. Caballé, por su parte, se había hecho un nombre como experta en las obras de Verdi y en el repertorio belcantista. Alcanzó la fama internacional tras intervenir en 1965 en una representación de "Lucrezia Borgia", de Donizetti, en el Carnegie Hall de Londres, y era una figura habitual y popular en los principales teatros de ópera, conocida sobre todo por su poderosa voz, que ejercía un soberbio control y un exquisito pianissimo.
Juntos, los dos subieron al mismo escenario durante una noche extraordinaria para emocionar al público —y al mundo incluso décadas después— con una fusión única en la vida.
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Farrokh Bulsara, mejor conocido como Freddie Mercury, nació en Zanzíbar el 5 de septiembre de 1946. Para el momento de este dueto ya se había hecho un nombre como el líder ecléctico de Queen y había acumulado un gran número de seguidores entregados. En el apogeo de la popularidad de Queen en la década de 1970, habría sido casi imposible nombrar a otro artista que encarnara mejor el espíritu de la cultura juvenil de la época. Su talento no se limitaba nada más a cantar: a Mercury se le atribuye haber escrito 10 de las 17 canciones del álbum Greatest Hits de Queen, entre ellas "Bohemian Rhapsody", "Somebody to Love", "We Are the Champions", "Don't Stop Me Now" y "Crazy Little Thing Called Love".
A pesar de su inmensa fama y popularidad, Mercury seguía teniendo en gran estima a otros intérpretes, uno de los cuales era la española Caballé, de formación clásica. Dio a conocer esta admiración en una entrevista durante una gira por España, comentando en una entrevista radiofónica en 1986 que la cantante con la que más le gustaría colaborar era Caballé. Caballé se enteró de lo que había dicho Mercury poco después en 1987, más o menos al mismo tiempo que le encargaron diseñar algo para los Juegos Olímpicos de Barcelona, que se celebrarían seis años después, en 1992. Se encendió un bombillo y la cantante de ópera se puso en contacto con la leyenda del rock. Mercury quedó encantado con la oferta de uno de sus ídolos, según Express, que informó lo que había dicho en una de sus últimas entrevistas emitidas en 1987:
"Me llamó hace unas semanas y me dijo que le encantaría trabajar conmigo. Me quedé boquiabierto. Pensé: '¡Dios mío!'. Pero hace años que la adoro... Ahora me gusta la ópera. Olvídate del rocanrol. Es todo un reto, nunca se me había ocurrido escribir canciones así. Seguro que los críticos de ópera lo destruirán, pero es un buen reto en este momento de la vida".
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Sin que el mundo lo supiera entonces, la pareja estaba trabajando en el himno para las Olimpiadas de 1992, pero su conexión se hizo tan fuerte durante el proceso que se ideó todo un álbum de duetos que se publicó en 1988 con el título Barcelona. La canción homónima del álbum, que iba a ser el himno de las Olimpiadas de 1992, ya se había publicado en 1987. Se convirtió en una de las canciones más vendidas de Mercury fuera de Queen, alcanzando el número ocho en la lista de sencillos del Reino Unido. Cuando Mercury y Caballé por fin se reunieron en persona para interpretar la canción, las cosas dieron un giro aún más extraordinario.
En el verano de 1987, en el festival La Nit de Barcelona, Mercury, junto con Caballé, subieron juntos al escenario mientras el público esperaba con la respiración contenida por cómo sería la fusión entre el rock y la ópera. El resultado fue sencillamente impresionante. La pareja hizo uso de todos sus talentos: Mercury utilizó su sensacional voz para entonar cada palabra con precisión, mientras Caballé utilizaba sus habilidades melódicas para acompañarlo.
En la actuación de Mercury y Caballé, los géneros del rock y la ópera se solaparon a la perfección. Mientras Mercury vociferaba las palabras con una enunciación perfecta, Caballé lo apoyaba con su voz fluida y controlada. Al llegar al crescendo, el público estaba hecho trizas mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo detrás del escenario, marcando el final de lo que todos sabían que sería una experiencia singular de la que se hablaría durante años.
Aunque la actuación pasará a la historia como una de las experiencias más dinámicas y revolucionarias de la música, no tuvo el final feliz que merecía. Mercury no viviría para ver la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, pues sucumbiría al sida en noviembre de 1991.
¿Qué opinas de la épica actuación de Mercury y Caballé? ¿Eres fan de alguna de las obras de estos cantantes fuera de sus duetos? Cuéntanos y comparte esto con todos los fervientes amantes de la música que conozcas.